Creemos principalmente que podemos lograr un cambio confiando en la razón de las personas. Pero como escribió el psicólogo social Jonathan Haidt en The Righteous Mind, “Cualquiera que valore la verdad debería dejar de adorar la razón”.
Este es un extracto editado de un artículo de thewholestory
Por décadas les economistas asumieron que los seres humanos eran razonables, actuando en un mundo racional. Cuando las personas cometían errores en los mercados libres, se creía que generalmente iba a prevalecer un comportamiento racional. Luego, en el año 1970, psicólogues como Daniel Kahneman comenzó a desafiar esos supuestos. Sus experimentos demostraban que les seres humanos están sujetos a todos tipos de sesgos e ilusiones.
“Estamos influenciades por cosas completamente automáticas sobre las que no tenemos ningún tipo de control y no sabemos que lo estamos haciendo”, como dijo Kahneman. La buena noticia es que dichos comportamientos irracionales también son muy predecibles, por lo que les economistas han ajustado gradualmente sus modelos para tener en cuenta estas peculiaridades humanas sistemáticas.
Les activistas instintivamente pueden comprender ciertas cosas sobre la psicología humana: sabemos cómo captar la atención del cerebro y estimular el miedo, la tristeza o la ira. Podemos convocar al enojo en cinco palabras e incluso menos. Valoramos el antiguo poder del contar historias, y entendemos también que una buena historia requiere conflicto, personajes y escena. Sin embargo, en la actual era del tribalismo, se siente como que hemos alcanzado nuestras limitaciones colectivas.
Por lo tanto, nuestro desafío colectivo para modificar las mentes y los corazones es: ¿cómo podemos evitar reforzar la polarización de las actitudes? ¿cómo podemos usar los conflictos entre lados opuestos de manera constructiva para avanzar con el debate y no para afianzar las actitudes ya existentes?
La lección para cualquiera que trabaje en el medio de un conflicto intratable: complicá la narrativa. Primero, la complejidad conduce a una historia más completa y precisa. En segundo lugar, aumenta las probabilidades de que su trabajo importe, especialmente si se trata de un problema de polarización. Cuando las personas encuentran complejidad, se vuelven más curiosas y menos cerradas a la nueva información. En otras palabras: oyen.
Hay diversas maneras para complicar la narrativa, como están descriptas en detalle en las seis estrategias siguientes. Pero la idea principal es la de representar matices, contradicciones y ambigüedad en donde la encuentres. De todos modos, eso no significa que haya que llamar a defensores de lados opuestos y citarlos; eso es simpleza y generalmente perjudica más en un conflicto. “Solamente dar a conocer otra perspectiva alejará a la gente”, dice el psicólogo social Peter T. Coleman en su libro The Five Percent”. Tampoco significa crear una equivalencia moral entre neo-nazis y sus oponentes: eso es simpleza en un traje barato. Complicar la narrativa significa encontrar e incluir en ella los detalles que no encajan.
La idea es revivir la complejidad en una época de falsa simplicidad. “El problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino incompletos”, dice la novelista Chimamanda Ngozi Adichie en su fascinante charla TED “A Single Story”. “Es imposible interactuar adecuadamente con un lugar o una persona sin involucrarse con todas las historias de ese lugar y esa persona”.
Como les investigadores han establecido en cientos de experimentos en el último medio siglo, la manera de contrarrestar este tipo de prejuicios tribales que vemos es exponer a las personas a la otra tribu o a nueva información de modo tal que puedan aceptarla. Cuando el conflicto es cliché, la complejidad es novedad.
Como activistas LGBT estamos muchas veces atraídes a simplificar las historias. Primero porque necesitamos movilizar a nuestres seguidores y para lograrlo se requieren acciones simples y precisas. Segundo porque estamos sobrecargades de ataques simples por parte de nuestres oponentes, por lo que reaccionamos de la misma manera. Tercero, porque simplificar nos ayuda a darle sentido a un mundo que a menudo resulta demasiado absurdo de comprender.
Pero si queremos lograr impactar amplia y profundamente en el cambio de actitudes, traer complejidad al debate podría ser un parámetro no negociable.